La RAE dice sobre un ermitaño: 1 Persona que vive sola en una ermita en donde se dedica a la oración y al cuidado del lugar. eremita. 2 Persona que vive sola en un lugar deshabitado, especialmente si se dedica a la oración. eremita. — adj./s. m. y f. 3 Se aplica a la persona que vive en soledad sin mantener contacto con los demás. No me dedico a la oración, supongo que debe de haber algo mas, después de este paso, sino es así y estoy equivocado, entonces solo me resta añadir, "qué el cielo y el infierno, es una misma cosa y están juntas en el mismo lugar, aquí, en la tierra y ahora", no pretendo hablar de política o escribir sobre ella, ni tampoco pretendo que este sea un espacio sobre un diario, solo quiero expresarme, contar lo que siento, sin necesidad de hacerlo frente a alguien, cómo si hablara conmigo mismo. Las personas son ellas y sus circunstancias, están son las mías, no soy filosofo, ni tampoco poseo una carrera universitaria, soy del pueblo llano, uno mas que un día fue aventurero, soñador y algo bohemio, creí en la gente, ahora no creo en nadie, pretendo que esto sea algo parecido a un libro, no se si cuando me canse de escribir para mi, volveré a hacerlo, es difícil sin ser universitario, periodista o experto en la materia el tener acceso a publicar algo, cómo esto es así y desconozco como se debe de hacer, lo realizo por este medio, si alguien al leerlo no recibe contestación alguna, qué no lo tome como una falta de respeto, no es mi intención, la puerta queda abierta para quien desee pasar y leer un libro, sobre una de tantas vidas reales, que decide por circunstancias convertirse en EL ERMITAÑO. Un saludo.

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La postal que no puede faltar.Son 7 fotos unidas en Photoshop. El autor Manuel Pozo Coronado

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viernes, 5 de marzo de 2010

capitulo 2º (pagina XXVII)

Llega la noche y sigo aquí, buena música. Mi buen amigo y mis simi Hsi, al final decidí dejarme llevar a reguardo de esta inmensa roca, desde donde diviso el valle, veo las luces de los pueblos colindantes, al frente, cómo si fuera la luz tenue de una mesilla de noche, la fogata encendida, sin mucha vivacidad, por aquello de que no descubran luz en la cima, pero lo suficientemente encendida para que desprenda calor, el silencio y el crepitar de las ramas en el fuego es pura armonía.

Después de la cena y el buen café, el cigarrito y la petaca, me quedo absorto mirando las estrellas y la luna, el olor a mojado de la tierra que uno pisa, me invade el cuerpo, olores que se funden en uno, después de mil guerras, me doy cuenta que la tierra es la misma en todos los sitios donde estuve, al igual que su aroma, puede que cambie la vegetación y los riscos, pero el olor es el mismo, éste no varia, este a treinta kilómetros de casa y del pueblo que te vio nacer, como si estuvieras a cuatro mil del mismo, es algo innato en el ambiente, al igual que el ser humano por naturaleza es un hijo de puta con el medio donde vive, ya sea aquí o en Pekín, por no hablar de ser un mierda con nosotros mismos.

Me gustan las armas, de hecho soy o lo fui un experto en ellas, por mi trabajo y por interés personal, pero soy incapaz de cazar un animal, a no ser que sea por sobrevivir, la caza como deporte no es lo mío, prefiero en ese aspecto una buena cámara de fotos y disparar agazapado la vida de estos como si de un francotirador se tratara, en caso de cazar animales por deporte, prefiero los de dos patas, éstos son mas dañinos y mucho mas alimañas que los que puedan poblar cualquier parte de la tierra, algo que por desgracia comprobé en demasiadas ocasiones, da igual aquí o en cualquier otra parte del mundo, somos la misma enfermedad que puebla este mundo y de la cual no tenemos cura o al menos yo, desconozco el antídoto para esta.

Hace frío, así que, que mejor que un buen trago del dragados que llevo en la petaca, un cigarro y sigo contemplando el cielo que me envuelve, sigo sin poder cerrar los ojos, aún estando cansado, entre otras cosas por demasiados años viviendo en zonas donde debes de tener alguno de ellos abiertos por necesidad, necesidad de no dejar de existir en cualquier momento, un sistema de alarma que el mismo cuerpo alberga, se que aquí hay paz y tranquilidad, pero esa alarma lleva encendida demasiado tiempo sin tregua, sin descanso, para una vez que aquí la desconecte fui herido de muerte, aunque sin sangrar a la vista de todos, por dentro si que me dejaron una herida abierta que hoy aun no puedo cerrar y que talvez me cueste demasiado tiempo hacerlo, lo que si esta claro es que jamás dejare desconectada otra vez esa alarma, la cual me hizo perder las ganas de vivir, aun así se que debo continuar la marcha, sobre todo por dos amores los cuales no puedo ver, pero ese es otro tema, el cual me tiene bastante quemado por dentro, supongo que es algo de lo que me impide volver a enamorarme nuevamente o lo que me hizo considerar que el amor es una utopia y que no existe, siendo solo meras palabras, nada mas.

Aun así tengo la intención en demasiadas ocasiones de encontrar la paz y el sosiego junto a alguien nuevamente, pero cuando encuentro la oportunidad, no me atrevo a dar ese paso, no quiero sufrir otra vez, ni tampoco deseo que quien este junto a mi vuelva del mercado con lagrimas en los ojos, sin embargo, si es cierto que hoy por hoy , vuelvo a tener mariposas en el estomago, a mis cuarenta años, por una sirena de veintitantos, la que cada vez que se acerca a mi, me hace sobresaltarme de modo especial y hacerme el duro como buen Humphrey Bogart, y creo que ella lo sabe y le gusta, incluso me da la impresión de que intenta darlo ella, aun sabiendo que de momento no puedo avanzar mas de lo que ya estoy inmerso dentro de su ser, al igual que ella en el mío, aún sabiendo que la busco en demasiadas contadas ocasiones, aún sabiendo que cada vez que estoy junto a ella, la luz que invade mis ojos cambia, aún sabiendo que cada mirada que nos cruzamos, tanto de ella como mío, indiquen un estoy loco por ti y deseo comerte a besos y acariciar tu piel sin descanso.

Estoy aquí, a resguardo de este inmenso risco, en compañía de mi buen compañero, bajo un manto de estrellas, con el aroma de la tierra, y el frío de esta época que me cubre y mantiene despierto, con un buen café, mi Winston y el dragados de la petaca, que me calienta el alma y el cuerpo, aun así, no puedo cerrar los ojos, sólo observo las luces de los pueblos colindantes, tenue, como si de una lámpara de noche se tratara.

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